Planificando la nueva web: el desarrollo por fases

Una nueva web, ya sea la primera o para renovar la antigua, es un proyecto importantísimo para cualquier empresa. La web incide no solo en la imagen de marca y la percepción que tienen de nuestra empresa clientes, proveedores y público en general, sino que tiene un impacto directo en las ventas y, por lo tanto, en los resultados.

Sin embargo, también suele ser un proyecto de una cierta magnitud, y hay que ser muy cuidadosos con las decisiones que tomemos en cada fase para evitar problemas al desarrollar la nueva web. Una recomendación es planificar un desarrollo por fases, lo que facilita la toma de decisiones, la ejecución del trabajo en si, y nos permite asumir el proyecto de forma escalada.

José Román, uno de nuestros expertos consultores, indica que al inicio lo más esencial es realizar una buena planificación, y detectar de forma muy clara lo que queremos conseguir con la nueva web. Según José, «será clave determinar los distintos tipos de usuario que querremos tener y conocer cuál es la experiencia (UX) que les queremos dar. La página web puede ser útil, siempre y cuando así este pensada, para clientes y proveedores a la vez. Y hay que tener en cuenta las funcionalidades previstas de cara a nuestros trabajadores».

Una vez tenemos el mapa de la página web bien diseñado, podemos empezar a trabajar y establecer fases de desarrollo conjuntamente con el proveedor al que hayamos encargado del proyecto. Hay que tener en cuenta que no hay un número mínimo o máximo de fases, sino que variarán según nuestras necesidades específicas.

Por ejemplo, si estamos hablando de un e-commerce en una primera fase debemos planificar y desarrollar los elementos básicos que nos permitan empezar a vender, como el proceso de compra y las opciones de pago, la ficha de producto, el buscador y los filtros de las diferentes categorías y productos… Esta primera fase nos permitirá lanzar la web y empezar a vender, para rentabilizar la inversión lo antes posible. En una web corporativa, sería esencial reflejar la propuesta de valor de la empresa, la página de productos o servicios, una página con información sobre la compañía en si, y el contacto.

En una segunda fase podemos ampliar la información y los apartados, según las estrategias de marketing que queramos aplicar, y los datos que tengamos hasta el momento de cómo está funcionando la web. Por ejemplo, podemos implementar un blog para una estrategia SEO, incluir una página de FAQ o completar la información de la página de producto si tenemos muchas consultas de usuarios, implementar un chat para resolver dudas y incentivar a la compra, incluir productos destacados o promocionados, implementar un área privada para clientes… Las posibilidades de mejora son muchísimas, tendremos que decidir cuáles implementamos en función de nuestros objetivos y de los datos de análisis que tengamos hasta el momento.

Una tercera fase podría estar dedicada a dar esos últimos detalles que hacen que pase de una buena página web a una excelente página web. Son mejoras que quizás no tienen tanto impacto directo en los resultados de forma inmediata, como los cambios de la fase dos, pero nos permiten mejorar la imagen de marca e, indirectamente, los resultados a medio y largo plazo.

En este sentido, José Román remarca que el mantenimiento de una web es igual o más importante que el desarrollo en si. De forma periódica hay que realizar auditorías y/o un mantenimiento para mejorar procesos y asegurarnos de que todo esté funcionando correctamente. Es esencial que la web esté en constante mejora y actualización.

José indica que «para mí, es clave encontrar uno o más proveedores en los que tengamos confianza. Si logramos encontrar un buen proveedor con el que trabajemos cómodos, estaremos contentos con el resultado, y conseguiremos lograr los objetivos que nos hayamos propuesto con la nueva web».

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